Sin vacilación, estos son los tiempos de la Internet, parece imposible o una pérdida de tiempo recordar un mundo sin ella.
Infinidad de sujetos se conectan a diario en La Red, esperando encontrar a otro sujeto conectado que responda a su llamado. Muchas veces el motor de la búsqueda lo constituye la palabra clave “amor”, y esto genera en la World Wide Web (www) una multiplicidad de opciones para encontrarlo: chats, redes sociales, páginas “blogs” de encuentro, o simplemente compañías especializadas que ofertan encontrar la media naranja virtual.
El escenario se establece para que se intercepten subjetividades, con el fin de hacerse amar por un otro sujeto conectado a la red (“proyecto de hacerse amar” como lo llama Sartre). Cada usuario conectado ingresa un perfil con: gustos, pasatiempos, fotos, aspiraciones, logros, y lo más importante, debe describir lo que busca en su pareja, dibujar en términos prácticos a su alma gemela. Una vez creado el perfil, éste es cargado en La Red y en cualquier parte del mundo otro sujeto puede responder, porque también cree haber conseguido, en la otra persona, un alma solitaria que podría llenar eso que estaba buscando, aquello que le faltaba. El otro encontrado aparece en el ámbito de la conciencia como alguien que contempla, desde fuera, la propia subjetividad de aquel que produce el llamado.
Cada día se incrementan los sujetos unplugged (desconectados) de la realidad, buscando en los ordenadores las conexiones necesarias para soportar los estragos de la vida en sociedad, intentando esquivar las dolencias propias del amar y evitando el desencuentro con el otro sexuado. El escudo construido por el computador facilita exponerse a amar y a ser amado por otro. En las relaciones puras de Internet el tomarse unas copas, visitar lugares o tener sexo virtual permite una forma de interacción donde los cuerpos están desconectados. Parecen así, relaciones condenadas de antemano a la existencia de un vacío, algo faltará, porque no todo podrá ser conectado, algo siempre permanecerá por fuera de la Red.
El amor de las relaciones puras de Internet no presenta un panorama fácil para el sujeto. Se asemeja a la intercepción matemática de dos conjuntos vacíos cuyo producto es un nuevo conjunto vacío, y se nos presenta, como un síntoma contemporáneo. Se puede pensar entonces si en realidad, los sujetos conectados a la Red, se encuentran desconectados de ellos mismos, evitando confrontar el verdadero trabajo y compromiso que implica la relación de pareja cara a cara.
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